La vida se parece a una bebida con refil: al inicio el primer sorbo despierta los sentidos y agradeces su frescura; luego, cuando piensas que el vaso se ha vaciado, llega la sorpresa de un nuevo llenado.
Así son los dones que nos regala Dios: aparecen como un río que nunca se cansa de fluir, como un manantial que se renueva sin pedir nada a cambio.
Cada recarga es un poema escondido en lo cotidiano, un recordatorio de que la abundancia se viste de instantes sencillos y que, mientras haya un nuevo sorbo, siempre habrá razones para brindar por la vida.
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